Cosmologías

«Sonora quietud» La expresión visual de Ignazio Balboa se sumerge en una búsqueda de imágenes en el microcosmos, razonamiento donde investiga/divaga/explora viajes interiores. Este devenir de color y concreción de pigmentos es eje central del discurso pictórico del creador, muestra un lenguaje libre que rompe con técnicas tradicionales de la pintura. El artista quiere acercar sus composiciones (trabajadas al azar como melodías improvisadas) como etéreas nebulosas de nutridos colores, a formas personales que extiende sobre la tela en grandes manchas y chorreados sin distinción ni premura. Envuelve, desglosa estos gestos de textura y color en una reacción aleatoria de búsquedas de nuevas formas, donde la factura plástica acumula/explota la materia cromática en agitados despliegues de dureza y acción. El romanticismo no es permisible. 

Los resultados visuales son varios: siluetas de personas que comparte faenas de trabajo, mapas, contornos de continentes del hemisferio, campos de flores, etc.
Balboa registra/pinta/extiende los colores en grandes formas, estructurando topográficas estelares. La imaginaria se torna compleja, se amplía en sonoras y amorfas configuraciones trémulas.
El sonido cromático proviene de una mirada flagrante e incisiva, como mirar por el Aleph borginano y encontrar en esa búsqueda, miles de argumentos para escribir una novela de misterio.

Las variadas re-lecturas sobre el cosmos que Balboa matiza con coloquiales personajes terrenales mas la contemplación subyacente de mundos estelares, conflagra su imaginaria en campos orgánicos de vida y de energías renovadas. Balboa nos ofrece un nuevo panorama a disfrutar, a tocar/sentir y alucinar nuevos espacios. Nuevos pensamientos para compartir. Un nuevo mundo para soñar.
Divagar por el universo cósmico de Balboa es como caminar por un planeta de peligros y sin limitaciones de sosiego, donde el razonamiento perceptual propicia calidad en el discurso a tratar. Sentido esencial donde la obra/discurso extiende nuevas ideas a comunicar.


Miguel Lescano
Lima, febrero 2010