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Balboa and the Hyperline.

The symbolic content of this imaginative mise-en-scène makes multiple references to memory and to a shared imaginaire: Ignazio reveals what lies hidden by focusing on just one point, wherein an image is formed by the superposition of infinite images present throughout the 13 546 825 metres of “walkable,” land that extends from Sierra Leone to China. 

Much like the songlines or dreaming tracks of the Australian Aborigines, the images Ignazio Balboa captures lead us along paths that harmoniously intersect—or join, if you will—geographies, human groups, languages, mentalities. 

Roland Barthes pointed out “the hallucinatory side of the photographic image.” In this case, the palimpsest technique highlights the value of the image as a trace, as a sign of situations, environments and beings that people and coexist on Earth in constant motion, superimposed and conjoined amidst the bustle and quiet of ancestral mountains, breathtaking vegetation, unusual geography and colourful cultural expressions. 

The metaphorical value of Balboa’s proposal stands out due to the careful visual documentation he presents, wherein his gaze reveals limits that usually lie beyond the human experience. For it so happens that the selected images come through as subjective documents that even give rise to a metadocument—something that goes beyond even the very expectations of the artist himself. 

Kent Beach in Sierra Leone, Africa, and Mt. Leikou in China, Asia, apparently have nothing in common. And yet they both share a symbolic eternity, that of timelessness and nowhereness, or the simultaneity of all times and places. In them we find the poetry of the ancestral songlines, which lies beyond language and tradition, and which survives and is renewed in each and every one of use as we perform the songlines along our daily march.

 Maricarmen Arata


Balboa y la hiperlínea -Una propuesta de diseño geo/gráfico-.

El contenido simbólico de esta original puesta en escena se traduce en múltiples referencias a la memoria y a un imaginario compartido: al concentrar en un solo punto una imagen que deviene de la superposición de infinitas imágenes que se encuentran a lo largo de esta línea –que va desde Sierra Leona hasta China- Ignazio devela lo escondido.

Al estilo de las songlines o líneas de canto de los aborígenes australianos, las imágenes de Ignazio Balboa nos transportan por caminos que cruzan -o si se quiere, unen- de manera armónica, geografías, grupos humanos, lenguas, mentalidades. Así, una imagen puede superponer la de unos niños de Mali con un edificio gubernamental en China, otra, un camión cargado de enseres de varias familias libias camino a Egipto con un lago de la planicie tibetana, otra, una barca de un río en Manchuria con el desierto del Sahara.

Roland Barthes mencionaba “la dimensión alucinatoria de la imagen fotográfica”, y es que la técnica del palimpsesto, en este caso, destaca el valor de la imagen como huella, como signo de realidades, ambientes y seres que habitan y conviven en el planeta en constante movimiento y que se superponen y se conjugan en el bullicio y en la calma con montañas ancestrales, impresionantes vegetaciones, insólitas geografías y coloridas expresiones culturales.

El valor metafórico de la propuesta de Balboa es destacable gracias a la cuidadosa documentación visual que presenta en la que su mirada estructura y revela confines habitualmente vedados a la experiencia humana. Y es que las imágenes escogidas se revelan como documento subjetivo llegando a crear un metadocumento: algo que va más allá hasta de sus propias expectativas.

La playa de Kent, en Sierra Leona, África, y el cerro Leikou, en China, Asia, pueden no tener relación, en apariencia. Poseen, sin embargo, una eternidad simbólica: la del no tiempo y no lugar o la de todos los instantes de tiempo y todos los lugares. Toda la poética de las líneas de canto ancestrales que están más allá de lenguas y tradiciones, y que se mantienen vivas y se renuevan en cada uno de nosotros a medida que las practicamos en el diario caminar.


Maricarmen Arata